sábado, 3 de junio de 2017

Trump, París y Euskadi

Hoy escribo en los medios del Grupo Noticias (DEIA, Noticias de Gipuzkoa y Noticias de Álava) sobre la decisión de Trump de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París.


Mucho y muy bueno se ha escrito sobre los aspectos medioambientales, políticos, diplomáticos y sociales del asunto, así que yo he buscado una perspectiva un poco diferente: una lectura desde el País Vasco, ¿cabe hacer alguna reflexión propia?, ¿algún aprendizaje al respecto? Se me han ocurrido dos ideas que tal vez os puedan parecer interesante. Por supuesto lo que se dice del País Vasco cabe decirse de otras regiones o naciones con competencias propias en la materia y con vocación de participación en el arena internacional.



#MirarHaciaOtroLado






TRUMP, PARÍS Y EUSKADI







Por fin Trump desveló su posición, la de su país, sobre el Acuerdo de París contra el Cambio Climático. Era un secreto a voces que iba a anunciar la retirada de los Estados Unidos del Tratado, en este caso no hubo sorpresa. Su carácter impredecible, su gusto por las sorpresas, no apareció en esta ocasión y se cumplieron las peores expectativas.


Y digo peores tanto por la decisión en sí como por la forma de presentarla. Tuve el interés de escuchar en directo la intervención íntegra de Trump, de modo que no les hablo por resúmenes de prensa de tercera mano traducidos con más o menor acierto. El discurso de Trump estuvo plagado de ignorancia, medias verdades, datos absurdos y desacreditados o, en el mejor de los casos, muy parciales. Creo que ningún estudiante de secundaria de Estados Unidos había aprobado su asignatura con la presentación de un trabajo tan sesgado y tan vulgar sobre los efectos para su país del Acuerdo de París.


El desconocimiento o desprecio del Presidente por los temas medioambientales es conocido. Lo es su desconocimiento o desprecio por la comunidad internacional, sus instituciones y sus instrumentos. Lo es su desconocimiento o desprecio del ámbito de la ciencia, del conocimiento, del rigor. Lo es su desconocimiento o desprecio por la responsabilidad norteamericana en la emisión de gases de efecto invernadero. Lo es su desconocimiento o desprecio por el efecto que el cambio climático está teniendo ya (no digo que tendrá, insisto, que está teniendo ya) para millones de personas de entre las más pobres y vulnerables del mundo o para esos más de 50 estados y territorios insulares que son los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático y algunos incluso están en riesgo de desaparición.


Cuando el Presidente explicó que este acuerdo, si se cumpliera, reduciría las temperaturas del planeta muy poco, juntó delante de su rostro los dedos índice y pulgar, como cuando uno quiere indicarle a un niño que algo es muy pequeño. Los famosos hilillos de plastilina de Rajoy, al lado de ese gesto, son preciso lenguaje técnico.


Pero les propongo aquí una lectura de esta decisión desde el País Vasco. Se me ocurren dos aspectos que nos pueden interesar además de los generales que nos afectan como a cualquier otro.


La primera lectura tiene que ver con nuestro compromiso como país que quiere asumir sus responsabilidades internacionales con los medios de que dispone. Fue hace ya dos años, bajo el liderazgo de la exconsejera Ana Oregi, que Euskadi estuvo participando en los trabajos de París. Algunos, parte por ignorancia, parte por mala fe, miraban por encima del hombro, con displicencia, el papel de una Comunidad Autónoma en una tarea supuestamente propia en exclusiva de los estados.


Pero fíjense hoy, ¿cuál ha sido la reacción del Secretario General de la ONU al conocerse la decisión de Trump? Su comunicado oficial dice: “la transformación marcada por el Acuerdo de París está ya en marcha. Estoy seguro de que las ciudades, estados y empresas en los Estados Unidos, junto a los de otras naciones, continuarán trabajando por un crecimiento económico bajo en emisiones que creará trabajos de calidad y mercados para la prosperidad del siglo XXI”.


Los estados y las ciudades norteamericanos han reaccionado. Hay ya varios estados que han anunciado su compromiso con el Acuerdo de París. Decenas de ciudades han hecho lo propio. Frente a la frase resultona con la que Trump resumió su decisión, “yo fui elegido para representar a Pittsburgh no a París”, el alcalde de esta ciudad ha declarado firme: “Pittsburgh permanece al lado del mundo y continuará cumpliendo el Acuerdo de París”.


Hoy se muestra el acierto que tuvo de aquella visión. Su carácter innovador y su perfecto encaje en las relaciones internacionales. Los estados son muy importantes y sus presidentes muy poderosos, pero ya no son los únicos actores de la comunidad internacional, al menos en lo que a las sociedades democráticas se refiere. Estados como California y ciudades como Pittsburgh serán las que hagan que los Estados Unidos cumplan o no con los compromisos de París, diga lo que diga Trump. Hoy el papel de las regiones y territorios es el mensaje central de la declaración del Secretario General, hace dos años años estuvo nuestra exconsejera allí para reivindicar ese papel y hacerlo visible.


La segunda lectura tiene que ver con la ciencia y la tecnología. Trump no es tan poderoso como para evitar que los Estados Unidas siga teniendo algunas de las universidades, instituciones y empresas más punteras del mundo en ciencia y tecnología relativas al cambio climático. Eliminará subvenciones y distraerá recursos, pero la sociedad norteamericana es suficientemente rica económica y socialmente como para compensar, al menos parcialmente, ese efecto. A pesar de ello seguramente el liderazgo de este país se verá afectado.


El rechazo al tratado no conservará a medio plazo empleos en sectores que están ya condenados por la historia o la tecnología (carbón o transportes no sostenibles, por ejemplo), pero sí puede afectar negativamente al empleo en los sectores más punteros de la innovación medioambiental con empleos de mayor calidad y futuro.


El presidente francés, Emmanuel Macron, ha reaccionado, listo y estadista, en una pocas horas. En un discurso leído en correctísimo inglés les ha dicho a los científicos, tecnólogos y emprendedores norteamericanos que trabajan estos temas que tendrán en Francia un lugar que les acogerá con los brazos abiertos y les dará las oportunidades que Trump les cierre en su casa.


Euskadi no tiene el atractivo del nombre y la tradición de Francia o de París, de sus universidades o centros de investigación. Pero tenemos nuestras cartas. No son malas para nuestra dimensión. Juguémoslas con inteligencia y ambición.

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