miércoles, 26 de octubre de 2016

El juez artificial

Me decido a los Derechos Humanos. Y estoy haciendo de la relación entre la ciencia, la tecnología y los derechos humanos una de mis especialidades. Así que me ha tocado lidiar con muchas de las diferentes formas en las que la tecnología y los derechos humanos pueden relacionarse, enriquecerse o, en algunos casos, colisionar.

Pero lo reconozco, esto no me lo esperaba: ¡Han creado un programa capaz de predecir -con bastante acierto (un 79%)- el resultado (sí ha habido violación, no ha habido violación) de las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos! No, la verdad es que esto no me lo imaginaba.

AI Predicts Outcomes of Human Rights Trials - UCL News

Podríamos ponernos aquí a la defensiva e imaginarnos asumiendo en el papel de paladín de la mente humana y su única capacidad para razonar, matizar, dilucidar sobre dilemas éticos y jurídicos, valorar excepciones, medir las infinitas particularidades de cada manifestación de lo humano o para poner intención y finalidad a la dirección de una jurisprudencia. Sí, sin duda todo eso es cierto. Pero no me interesa aquí resaltarlo (he tratado ya sobre los riesgos de la inteligencia artificial en otra ocasión). Hoy me interesa más dejarme sorprender por la inteligencia... humana.

Sí, maravillarme por esta deslumbrante noticia es maravillarme de la creatividad humana, de sus avances tecnológicos que no son sino avances culturales, es maravillarme de sus logros, de sus vueltas de tuerca a la realidad, de su capacidad para traspasar fronteras que creíamos vetadas.

Podría sermonear sobre los riesgos del progreso, sobre el peligro de una sociedad donde las máquinas, frías, calculando por estadísticas y juegos binarios, pudieran decidir nuestro destino y un día incluso juzgarnos. Creo que confío sin embargo en la inteligencia que está detrás de la inteligencia artificial, confío en que sepamos emplear esta infinita, inagotable y creciente capacidad humana (ampliada gracias a la tecnología) para mejorar nuestras vidas.

No es una confianza ingenua, puesto que el peligro asociado a la Inteligencia Artificial sin duda existe. Son riesgos ciertos y no es necesario remitirse a ningún gurú del retorno a la Arcadia ni a ningún enemigo del progreso para obtener alguna cita de autoridad. Creo que nadie dudaría de los méritos científicos de un Stephen Hawking o de las credenciales tecnológicas de un Bill Gates. Pues éste ultimo ha dicho: “no entiendo por qué no hay más gente preocupada por esta cuestión: la inteligencia artificial es una amenaza real”. Y el astrofísico británico ha dejado escrito/dicho a través de su máquina (¡quién más consciente en cada una de sus palabras de las posibilidades de la tecnología para mejorar nuestra vida!) que este proceso de inteligencia artificial “podría ser el final de la raza humana: los robots podrían empezar a rediseñarse a sí mismos a una velocidad a la que nosotros, los humanos, no podríamos competir”.  (Fuente de las citas aquí) En alguna otra ocasión he citado al científico Martin Rees o al tecnólogo Steve Wozniak con credenciales también nada despreciables ambos y con preocupaciones similares a las arriba referidas. 

Por eso no cabe confianza ingenua, ni optimismo alegremente despreocupado. Yo confío pero no pasivamente. Soy optimista pero no espero sentado. Tengo esperanza precisamente porque trabajo por ello y veo a diario a miles de personas hacerlo con mucha cabeza. Porque veo a miles de personas poniendo cada día la ciencia y la tecnología al servicio de las personas y sus problemas. Porque les veo preguntándose continuamente sobre su quehacer, porque les veo con un interés creciente por la divulgación, por la participación, por la ética, por la libertad, por el control de los riesgos y por la responsabilidad.

Modestamente, mi granito de arena está centrado ahora en el desarrollo del Derecho Humano a la Ciencia (art. 27 de la Declaración Universal y art. 15 del PIDESC) y en la preparación de la próxima Observación General del Comité DESC de la ONU sobre esta cuestión.

-------

NOTA 1: El artículo científico en que se explica este logro -coordinado por el tecnólogo Nikolaus Aletras y con investigadores de la UCL (University College London) y las universidades de Sheffield y Pennsylvania- está aquí en la revista PeerJ Computer Science y puedes leerlo íntegro gracias a su política de Acceso Abierto u Open Access (sí, la accesibilidad es uno de los contenidos del derecho).  Por cierto, ¡estamos en la semana del acceso abierto! 

NOTA 2: Tienes la noticia recogida por la BBC, el Wall Street Journal, The Guardian o Wired. (lamentablemente no la he encontrado en ninguno de los grandes medios en español)

NOTA 3: Una breve introducción al Derecho a la Ciencia (en inglés) aquí: Is There Such a Thing as a Human Right to Science in International Law?

No hay comentarios:

Publicar un comentario