lunes, 27 de julio de 2015

Historia, presente y futuro I : Conocimiento y transformación

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En distintos sitios he insistido  mucho en la importancia de conocer bien la historia de la Relaciones Internacionales y del Derecho Internacional. No lo digo con el fin de rebañarnos con una vistosa capa de cultura general que nos venga bien a la hora de presentarnos en sociedad. No lo digo por valorar una erudición ornamental.

La importancia de conocer la historia reside en que nos permite entender mejor el presente y nos ayuda a valorarlo y, de esta forma, podemos imaginar y proyectar los pasos que podemos dar en los distintos futuros que tenemos abiertos. De modo que la potencia de la historia está precisamente en ser una herramienta de construcción de un futuro mejor (o peor). Parafraseando a Gabriel Celaya se ha dicho muchas veces que la historia es un arma cargada de futuro.

Para construir un futuro mejor no nos sirve cierto espíritu criticón en boga a mi juicio en nuestros días, basando muchas veces en la irresponsabilidad individual, la pereza intelectual, el maniqueísmo moral y, en palabras de Pascal Bruckner, la tentación de la inocencia. Para construir un futuro mejor necesitamos un espíritu verdaderamente crítico, ilustrado y humanista, que es algo muy distinto (¡a veces incluso contrario!) al espíritu criticón. Este espíritu crítico, para ser efectivamente transformador de la realidad, se debe basar en la responsabilidad, en la piedad (o, si lo prefieres, la cercanía) ante el sufrimiento ajeno y en mucho conocimiento. Conocimiento científico, conocimiento técnico, y también conocimiento histórico.

No se puede ser un buen analista de la política internacional, un buen técnico del derecho internacional, un buen defensor de los derechos humanos o un buen diplomático (civil o estatal, me da lo mismo) si no sabemos de dónde venimos, cómo se han construido las instituciones y las normas que tenemos, cómo han evolucionado, cómo han de entenderse, cuáles son sus potencialidades y sus límites, y cómo pueden desarrollarse.

La mera lectura fría, plana, unívoca de los tratados dice, las más de las veces, menos o distinto de lo que puede, y en ocasiones en un sentido que puede resultar engañoso si no se conoce bien la historia y la lógica del derecho internacional.

Por eso los libros de historia de las Relaciones Internacionales tienen un gran interés práctico en la formación de todo interesado en lo que pasa en el mundo y en participar activa y responsablemente en ello. Necesitamos saber mucho de historia lo mismo a la hora de opinar sobre los acontecimientos en la última crisis griega, que sobre la reforma de la ONU, el expansionismo ruso o la política europea ante los desplazados sirios.

Hace poco leí un libro que se titulaba precisamente "L´actualité expliquée par l´Histoire" (AAVV. editions Perrin, Paris, 2006) y hablaba de estas cosas.

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